Claire Rosset explora las relaciones entre las diferentes partes de una obra y el conjunto que ésta configura. O dulcis puede ser contemplado como un libro, en el que cada par de páginas constituye en sí mismo un «paisaje», pero también, mediante el despliegue de sus imágenes, como un cuadro. Lo que parecía ser una sucesión de discretas impresiones adquiere entonces sentido, posibilitando así la percepción de la continuidad del «paisaje». No obstante, dicha totalidad sólo permanece unida gracias al fervor de una invocación, O dulcis, que exhorta a unir la luz y la sombra.